LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA ESCLAVITUD | Luciana Madrid Cobeña /Alejandro Del Búfalo Biffa

 


Fundación Escuela Venezolana de Planificación


LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LA ESCLAVITUD


Luciana Madrid Cobeña /Alejandro Del Búfalo Biffa[1]

Correo-e: lmcm60@gmail.com / adbb752@gmail.com 

Fundación Escuela Venezolana de Planificación

Docencia-Investigación

 

Resumen

La presente nota es un producto del trabajo de investigación titulado “Retos y desafíos económicos para reparar a la población afrodescendiente en Venezuela: consecuencias del dominio colonial y la esclavitud”; desarrollado por los autores en el marco de la Convocatoria de Investigación para el Esclarecimiento de la Verdad Histórica, Justicia y Reparación sobre los 300 años del Dominio Colonial y sus Consecuencias en Venezuela; realizada por el Ministerio del Poder Popular para Ciencia y Tecnología y el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, con el apoyo del Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT). Se indaga en la lógica social y económica presente en el régimen esclavista como sistema social de producción y de dominación. Asimismo, se presentan los rasgos económicos que median las relaciones sociales en dicho sistema, así como su influencia en el desarrollo del sistema capitalista moderno. 

 

Un sistema social y de producción

En la vida económica, social por su propia naturaleza, los grupos humanos y los hombres “contraen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general”[2].

Genovese[3], plantea: he rechazado la interpretación corriente según la cual la esclavitud es un simple sistema de coacción extraeconómica, cuya misión consiste en arrancarle un beneficio suplementario al trabajo negro. La esclavitud era ese sistema, pero era también mucho más. Ese sistema soportaba la comunidad de la plantación, que debe entenderse en tanto que un sistema social integral, y el esclavismo hizo de dicha comunidad el meollo de la vida en muchas regiones, territorios, países. Ese sistema hizo surgir a la clase de los propietarios de esclavos con una ideología y una psicología específicas, y un poder económico y político capaz de imponer sus valores a la sociedad en su conjunto. La esclavitud ha podido ser inmoral para el mundo en general, pero para aquellos hombres, pese a sus dudas y conflictos internos, no dejaba de ser, con más fuerza cada vez, el verdadero fundamento de un justo orden social y, por consiguiente, la esencia de la moralidad en las relaciones humanas. Bajo estas circunstancias, el conflicto social, cobró el carácter de un conflicto moral. Sin embargo, vale decir que éste hecho concreto también tiene fundamentos materiales que hacen que ese conflicto sea incontenible. 

El carácter general de clases esclavistas modernas se originó en dos fuentes diferentes: tuvo primero un origen común en la expansión de Europa, que históricamente significó la expansión del mercado mundial y, consecuentemente, estableció una acusada tendencia a la explotación comercial y la maximización del beneficio; nació, también, de las relaciones entre amo y esclavo, que engendraron cualidades antitéticas. Todas las clases esclavistas desplegaron esos dos grupos antitéticos de tendencias, pero cada una las combinó de forma única; asimismo, la particularidad o singularidad de cada combinación fue producto de dos fuentes distintas.

En primer lugar, cada clase esclavista, con sus raíces europeas, procedían de un pasado nacional específico. En segundo lugar, el contexto social y económico inmediato dio especificaciones particulares en cada caso. Las relaciones raciales, pues, no determinaron las formas del esclavismo en el Nuevo Mundo; por el contrario, las formas esclavistas, en tanto que condicionadas por el pasado y el  presente, la historia y la ecología, y manifestadas en formas particulares de dominación de clase, determinaron las relaciones raciales[4].

La expansión colonial hizo surgir a la vez tres modelos superpuestos[5]:

  • Los capitalistas de los países adelantados se dedicaban simplemente a efectuar inversiones en los territorios coloniales, como lo ilustra perfectamente en nuestra época la práctica de la United Fruit Company[6] en el Caribe.
  • Los plantadores coloniales dependían en gran medida de los países adelantados, como lo ilustran las Indias occidentales británicas antes de la abolición de la esclavitud.
  • Los plantadores fueron capaces de conquistar su independencia y de edificar una sociedad bajo su propia dirección, como lo demuestra la unión de los Estados del Sur de los EEUU.  La sociedad de los plantadores, que empezó siendo un apéndice del capitalismo británico, acabó por convertirse en una civilización poderosa y ampliamente autónoma con unas pretensiones y unas posibilidades aristocráticas, pese a que seguía estando ligada al mundo capitalista por los compromisos de la producción mercantil. El principal elemento en el seno de esta singular civilización era la dominación de los propietarios de esclavos, la cual fue posible gracias al poder que ejercían sobre el trabajo.

En cualquier caso, la esclavitud facilitó las bases indispensables para una vida económica y social específica. El capitalismo actual nació bajo la trata transatlántica, la esclavitud y la colonización. El panafricanismo nació de la resistencia a la trata, a la esclavitud y a la colonización.

 

Estructura económica de dominación

La estructura económica de cualquier sociedad, es una forma histórica del proceso de producción/reproducción de las condiciones de vida material y cultural de sus individuos, lo cual implica un modo específico de apropiarse de la naturaleza por parte de ellos que están socialmente relacionados para mantener y prolongar el sistema colectivo de autosustento productivo así creado.

Es lo que enseña Marx cuando dice que el proceso de producción social en general es “…tanto un proceso de producción de las condiciones materiales de existencia de la vida humana como un proceso que operándose en específicas relaciones histórico-económicas de producción, produce y reproduce estas relaciones mismas de producción y junto con ello a los portadores de este proceso, sus condiciones materiales de existencia y sus relaciones recíprocas, vale decir su formación económico-social determinada, pues la totalidad de esas relaciones con la naturaleza y entre sí en que se encuentran y en que producen los portadores de esa producción, esa totalidad es justamente la sociedad considerada según su estructura económica”[7].

El trabajo esclavo constituyó la base inconmovible de la sociedad esclavista y del dominio de las clases propietarias explotadoras del trabajo ajeno, que posteriormente se adaptó a cada una de las modalidades de explotación de las clases propietarias, burguesas, de poder.

Las relaciones económicas, originalmente postuladas durante los siglos XVIII Y XIX, acrisoladas en un rango que las establece como elementos, leyes y estructuras, siguen siendo el material del que están constituidas las bases del sistema capitalista, sobre estos pilares se asienta buena parte de su historia, su supervivencia y su razón de ser como sociedad de la dominación, aún con los cambios y modificaciones que ha tenido durante el siglo XX y lo que va del XXI.

El régimen de producción esclavista, para Acosta Saignes[8], implica que el esclavo es una cosa, una simple propiedad, un medio de producción comparable y vendible como cualquier otro instrumento. Pero los seres humanos esclavizados se rebelan, huyen, se defienden y atacan, protestan incesantemente contra su sometimiento. Su actividad y el desarrollo de la sociedad que sus propias manos sostienen engendran modificaciones y no puede mantenerse indefinidamente un status invariable.

Siguiendo a Acosta, las clases poseedoras del dominio intentaban, sin embargo, prolongarlo y el resultado de los esfuerzos de los esclavos y de la resistencia de los amos se expresa en leyes coactivas. En este sentido, son innumerables las que la corona española promulgó para estructurar en América un sistema de castas cuya base era la esclavitud de los africanos, después de abolida la de los indígenas, quienes pasaron a un régimen de servidumbre, el cual resultó, según el autor, más provechoso para la creación de riqueza.

Cuevas[9], señala que de la herencia histórica de las anteriores formas sociales, se construye parte de las relaciones sociales generales, las leyes y los rasgos del sistema. Todo en medio de la constante lucha por sujetar otras relaciones y formas de producción precapitalistas, además de restringir la condición-acción humana para que sobreviva en sus márgenes, esto como una expresión de dominación de lo humano o deshumanización capitalista. 

La relación burguesa, por ejemplo, es efectiva en cuanto sustenta la base de las relaciones sociales generales de dominación, cuyo centro gira en torno de las relaciones de producción burguesa pues, por extensión y adecuación del conjunto, los espacios sociales se han visto ocupados por los poderes de la propiedad.

Para Cuevas, la vida social se constriñe a los impulsos de las relaciones económicas; los procedimientos del sistema jerarquizado del trabajo se esparcen a través de los resultados a imagen y semejanza de las relaciones de producción; independientemente del gran nivel que la explotación burguesa alcanzó, su línea histórica se desarrolla en distintos planos de la sociedad.

La forma de dominación tiene, pues, su expresión socioeconómica a través de las relaciones sociales.

Así, el sistema esclavista elevó los fenómenos de sustracción, reducción y anulación de la condición humana a lo estrictamente aceptado de mercantilización del hombre, como mercancía y como mano de obra, es decir, su control como mercancía fuente de creación de capital.  

 

Proceso de dominación

Para Cuevas[10] la relación social constituye el rasgo básico en que se construyen las sociedades, la cual moldea y es moldeada por la acción del individuo y su asociación. El conjunto de relaciones sociales, su movilidad, sus características y el sello de dominación que les es común en el marco de nuestras sociedades, se proyecta en la historia.

De esta forma, pensar en la formación de un sistema económico determinado supone entender la naturaleza de las relaciones sociales que coexisten en él, pero más allá, las que definen y garantizan su permanencia e influencia en la sociedad. Las fuerzas que ejercen dominio, de qué manera lo ejercen, y su acción en el tiempo.

Las relaciones sociales de dominación en la colonia y durante la esclavitud, se complementan a través de aspectos guiados por categorías socioeconómicas, en el marco de la separación del ser humano de su condición social, de los medios e instrumentos para la existencia, de su producto, recursos, conciencia y presencia; inclusive de su propia condición de persona, retrayéndose a su cosificación como mercancía, a través de la violencia, incluso de la muerte.   

Siguiendo todo lo anterior, la esclavitud podría ser entendida como un estado de dominación circunscrito por los condicionamientos propios de un régimen estructurado por una lógica del terror y la coacción, donde pugna siempre el poder, entendiendo que en la relación social esclavo-amo, existe permanentemente una tensión entre el poder ejercido por el segundo sobre la resistencia a ser dominado del primero. Esta resistencia se hace explicita en el cimarronaje.

Vale incluir la definición que hace García[11] sobre el cimarronaje como práctica de resistencia, incluso en la sociedad moderna: “…fue, y continua siendo hoy, la capacidad de los africanos subsaharianos y sus descendientes para oponerse a cualquier tipo de dominación social, psicológica, espiritual, económica, por parte del sistema socioeconómico occidental que se inició con el proceso de la trata negrera, la imposición del sistema esclavista y su prosecución en diferentes modalidades signadas contemporáneamente con el racismo, la discriminación, el poder constituido mal interpretado y el exterminio racial de hombres y mujeres que hoy luchan por una sociedad más justa”.

La resistencia ejercida por los esclavos demarca las relaciones de poder y los estados de dominación: la esclavitud es una situación de dominación que se hace efectiva en principio, a través de la coacción del cuerpo del esclavo (ante la más absoluta imposibilidad de movimiento/resistencia) y las fuerzas psicológicas, morales, que la acompaña.

En cualquier caso, la dominación en sus versiones más extremas (siendo la esclavitud una de ellas) es, una práctica de subyugación sobre los cuerpos, un accionar permanente sobre la materialidad. Y el poder abre un campo de posibilidades para la constitución y despliegue del sujeto en un juego de relaciones tensas, de resistencia. Los estados de dominación están constituidos por relaciones de poder.

 

Un modelo económico impuesto

Con el fin de hacer algunas precisiones, nos detenemos en el siguiente aspecto señalado por Acosta[12], la existencia de un modelo económico hasta ahora insuperado. En este sentido, pese a las modificaciones y cambios de forma que ha sufrido el modelo económico que nos fue impuesto por la colonia desde sus inicios, este sigue operando y adaptándose constantemente de manera tal que continua dominando.

El modelo capitalista mundial, se constituye desde el comienzo según una división del trabajo entre centros metropolitanos y países periféricos, donde unos exportan materias primas y otros productos manufacturados. Al respecto, Grosfoguel[13] señala; sin la conquista colonial de África, Asia y América no habría capitalismo mundial. Se trata de un sistema que es capitalista y colonialista desde su nacimiento. Sin colonialismo y dominación colonial, no habría mercado capitalista global. El colonialismo es constitutivo del capitalismo, uno es inherente al otro. No se trata de un sistema puramente capitalista, es un capitalismo histórico que es inherentemente colonial y, por tanto fundamental y epistemológicamente racial.

La formación económica y social del estado nación moderno tuvo en su núcleo cultural como proceso civilizatorio la forja de la figura clase-ciudad-estado. Este hecho tiene su principal expresión en la institucionalidad de una mentalidad con nuevos patrones de comportamiento. En palabras de Márques Ugueto[14] “el carácter emocional de esa distinta manera de pensar se observa en la función intelectual que buscó justificar el derroche como muestra del tener”.

La política y la economía se organizaron desde las lógicas de relaciones dependientes que obedecieran al mandato civilizador de la modernidad. El control de poder se sitúa en el dominio por la distribución de la producción, la precariedad instituida como política del estado de despojo. En este sentido, Cuevas[15] señala que la formación económica moderna se estructuró en la influencia de dominación burguesa.

Las relaciones sociales generales de dominación cobran su valor para el sistema, cuyo núcleo gravita en torno de las relaciones de producción burguesa pues, por extensión y adecuación del conjunto, los espacios sociales se han visto copados por los poderes de la propiedad.

Así la vida social se subyuga somete y entreteje cada día más a los impulsos de las relaciones económicas; los procedimientos del sistema jerarquizado del trabajo se imponen por todos lados con los resultados a imagen y semejanza de las relaciones de producción capitalista.

 

Bibliografía


Acosta, V. (2020). Salir de la colonia (2021 ed.). Caracas, Venezuela: Galac y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Cuevas, F. (2013). Argonáutica de la dominación. Caracas, Venezuela: El perro y la rana.

García, J. ". (2022). Cimarronaje, afroepistemología y soberanía intelectual. Caracas: El perro y la rana.

Genovese, E. (1970). Economía política de la esclavitud. Barcelona: Península.

Grosfoguel, R. (2022). De la sociología de la descolonización al nuevo antiimperialismo decolonial. Ciudad de México: Akal.

Marx, K. a. (1957). Contribución a la Crítica de la Economía Política. Obras Escogidas de Marx y Engels. Buenos Aires.

Marx., k. (1981). El Capital. Siglo XXI.

Saignes, M. A. (1978). La vida de los esclavos negros en Venezuela. Casa de las Américas. La Habana.

Ugueto, L. A. (2023). País mantuano. Ensayos de filosofía del cimarronaje en clave de historia insurgente. Ensayo. Caracas, Venezuela: El perro y la rana.



[1] Luciana Madrid Cobeña. Economista, docente-investigadora en la Fundación Escuela Venezolana de Planificación desde hace 14 años. Se ha desempeñado como docente en el área de economía y planificación. Alejandro Del Búfalo Biffa. Economista, docente-investigador en la Fundación Escuela Venezolana desde hace 10 años. Se ha desempeñado como docente en el área de economía e integración latinoamericana. Ambos autores abordan el tema de la investigación descolonial en materia de las reparaciones de la esclavitud y la colonización de los pueblos afro, desde una perspectiva económica.

[2] Marx, K. El Capital.

[3]Historiador estadounidense. Se destacó por aportar una perspectiva marxista al estudio del poder, la clase y las relaciones entre plantadores y esclavos en el Sur.

[4]Genovese.

[5] Ibídem.

[6] En 1899, la Boston Fruit Company y la United Fruit Company (UFCO) se fusionaron para formar la compañía más grande de bananas en el mundo, con plantaciones en Colombia, Costa Rica, Cuba, Jamaica, Nicaragua, Panamá y Santo Domingo. En 1901, el entonces dictador guatemalteco, Manuel Estrada Cabrera otorgó a UFCO la exclusiva en el derecho a transportar correo entre Guatemala y EEUU. La UFCO en Guatemala generaba el 25 por ciento del total de la producción de la compañía; obtuvo el control de, virtualmente, todos los medios de transporte y comunicaciones. La UFCO cobraba un arancel (tarifa) sobre cada artículo movido dentro y fuera del país a través de Puerto Barrios. Por muchos años, los cultivadores de café de Guatemala pagaron tarifas muy altas, ocasionando que el precio del café guatemalteco en el mercado mundial fuera muy elevado. La compañía también practicó el racismo institucionalizado. En ciudades como Morales y Puerto Barrios, los no-blancos tenían que ceder sus derechos a los blancos.

[7] El Capital, III. 8, 1042.

[8] 1978

[9] 2013

[10] 2013

[11] 2022

[12]  2012

[13]  2022

[14] 2023

[15] 2013


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